Esperanza

 

Alguna vez fue cristal, frágil, quebrado al menor soplo,

fue hoja seca, crujida o pasto de senderos que la vuelan,

fue ave. Paloma leve que alza el vuelo

y brujulea por amplias nubes en espera

de amplio espacio donde la lleve su locura.

Fue gota breve, sonrisa fulgurante en rostro de niña

entusiasmada con juguete.

Risa, llanto en espera, bajo el telón de parpado ciego

sutil, como esperanza de amor primero.

Efímera ilusión, tarde en espera

de aquelarre con besos y abrazos

en la antesala del encuentro.

Perecedera cinta que rodea al regalo

que se espera, con ansia redoblada por el miedo

de ver frustrada la lenta dilación de la prebenda.

Como el ave, levanta el vuelo…

sale de noche, torna de madrugada

mientras los sueños y las alforjas se le amortajan

en la escalera. Fiel compañera.

Esperanza y finta de agua derramada.

Así la sueño, así la espero, como alma enamorada

en los rincones del jardín que esconde sementeras

que han ido haciendo los pasos quedos

que me rondaron en las madrugadas

cerca muy cerca de los rincones de mi morada.

María Toca Cañedo©

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Cañita agitada por el viento

Que somos solo una cañita movida por el viento

-nos dice un filósofo famoso-

 ubicua biología,  conjunto de células espesas,

poco más, atestiguan varios compañeros,

del ínclito sabio ¡que pereza!

Que somos meras trasmisoras de la esencia

y no tenemos más que hormonas variopintas

y alguna célula que nos hace pensar con la cabeza,

desear la copula pasmosa y procrear para poblar la tierra,

de no hacerlo, será inhóspita

y dejaría de ser nuestro planeta.

A mí me crecen aspavientos y rencores

cuando me dicen tales cosas, aunque entiendo

que muchas de nosotras, somo eso…incluso menos,

si me apremian: bosta de vaca que germina

y se levanta de los suelos.

Aunque  si levanto los ojos y veo el el mar

o un monte cercano que se asoma, descarado, a mi ventana,

o la sonrisa dulce de quien amo

os confieso que  me brotan flores en el pecho,

me crecen raíces en el suelo y por los ojos

me salen mil rayos de certezas…

Que seremos, seguro, lo que dicen los señores,

pero mientras alguien crea la belleza

o un simple verso en su mesa…

…Mientras alguien pueda hacernos temblar

con la música que hoy adereza mi poema;

como digo, mientras exista la belleza

y unos ojos amantes que la vean

con la misma devoción que  miran y desea al amado,

seremos una minúscula cañita, como dicen,

pero guardando en el alma  la  dulce y tenaz magnificencia

de la vida.

María Toca Cañedo©

Santander– 22-09-2023.  12,29.

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Volar

Si miro lejos, a lo mejor te veo,

en cambio, cuando la vista se me enreda

entre cantos rodados del camino

y turgentes sementeras,

lo importante, lo grave, lo vital,

espera.

Cuando contemplo el paisaje pinturero

ese que se me asoma, por la ventana, a veces

se me quedan los ojos en descuido pleno,

 las mientes, se amohínan

tornándose el tiempo en cementerio.

Si pudiera extender la vista, lejos,

tanto que se volara por entre las montañas

haciendo el alma umbría volandera

y la boca saboreara el fuego…

Si pudiera estar y no estar tendida

en esa agua salina que me espera,

ten por cuenta, amiga, compañera,

que haría morada con la espera.

Volar alto, encima de montañas,

cabalgar entre nubes, solapar corrientes

como el barquito que torna a muelle incierto;

si pudiera ser y no ser,

cualquier rastrojo escogería

 con tal de recorrerte toda

y luego ya, tranquila, en paz

en brazos de la muerte

caería.

María Toca Cañedo©

Santander-18-09-2023. 17,11

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Quería ser dulce…

Yo quería ser dulce, suave, chiquitita,

de carne tierna, sensible y bien sentida,

quería ser femenina…de pequeña;

con mofletes sonrosados y ojitos azules

como eran las princesas.

Quería todo eso, además

de jugar con las muñecas,

hacer comiditas y jugar con el resto de las nenas

tal que mi sexo, ajustado y contrahecho,

predestinaba. Luego colgarme la medalla,

de niña amable, querida y cimbreada

por esta sociedad tan adaptada.

Que mis mofletes fueran sonrosados,

dignos de pellizquitos y de besos,

mis palabras dulces, comedidas

y siempre, siempre, uniformadas

y dignas de revista por la calle.

Eso quería yo, cuando reconocí el dispendio

que la naturaleza hizo conmigo.

Porque a mí, ese dios tan cabrón

y mal carado, me hizo…

…todo lo contrario.

Nací fuerte, preparada

para oposiciones y dispendios,

desprecios varios, madre acaballada

y poco dada a las ternuras

-más bien a los desprecios y torturas-

Me hizo contestaria, detectando

a poco que mirara, la injusticia,

el abuso y la contienda…

Y me hizo deslenguada.

Poco dada a seguir normas y costumbres

que no coincidieran con mi juicio

o el de personas que admiraba.

Pasión… me puso mucha,

tanta que se  desperdigaron las sustancias

 para recibir, a cambio, maltrechos desperfectos

y un desprecio variopinto a mi certeza.

No me hizo capaz de distinguir

a gente afable  – buena gente-

de la carroña fugaz, esa que arrasa

robando besos,  caricias y afectos

gastando tiempo en vanidad

y tormentas de amores callejeros

 que dejaron el corazón  asilado

y  en franco descalabro de despeñe.

Me hizo de puño fácil

que presto se levantaba

contemplando  las esquirlas

de una sociedad soliviantada

que ataba la libertad a la costumbre.

Me puso en la primera fila,

esa que se lleva la contienda

y nunca jamás recoge más frutos

 que critica y apaños de disputa.

 

Me hizo detestar  mentiras y dobleces

en un mundo donde eso vale

siendo requisito indispensable

de triunfos y alharacas con donaire.

Claro, que a mí los cascabeles,

la fatuidad, el vano gorjeo

de plumas encendidas sin resuello,

me importaban más o menos lo mismo

que un rastrojo  lanzado al viento

 y lo mueve la marea a cualquier parte.

No os niego que añoré asertividad,

algún abrazo y  compañía…

No lo niego, pero al cabo,

me acostumbre a los desprecios

e hice con ellos fuerte y barricada

hasta que formaron parte de mi ser

y nunca fue bastante

la mano tibia que intentó desbaratar

la coraza construida por el hambre

de amor, de amigos, de costumbres

quedándome acostumbrada dentro del parapeto.

Por eso, hoy confieso con donaire,

que conmigo, dios, el mundo o el destino

erró mucho al formarme

del barro que se construyen otros lares.

No es queja, esto que cuento, desde luego,

es solo la constatación de un desaire.

María Toca Cañedo©

Santander– 12-09-2023.  10,46.

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Permiso para contradecir. Para contradecirme
para desandar caminos y volver
al punto de partida.
Permiso para descreer, abjurar de verdades bien vencidas.
Permiso para disentir,
ser vaga por un rato,
no hacer nada y dejar volar todos los rizos.
Permiso para amar, odiar un poco,
apasionarme y luego, al rato,
olvidar y dar carpetazo a las pasiones.
Permiso para especular y equivocarme,
para no ser perfecta,
ni parecerlo un poco tan siquiera.
Para sudar, llorar o reír a cojetadas de la vida.
Para gritar contra el sistema o someterme
cuando mis carnes anden en pausa guerrillera.
Para vivir cerca del mar, para amarle
para respirar el aire que preña el olmo o el olivo.
Para recordar y olvidar cuando el recuerdo
haga herida…
Para hacer todo esto y algo más…
para eso, tengo que pedirme permiso
a cada rato.
Y luego concederme e indultarme por mis renuencias y dislates.
M. Toca.
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No pudieron…

No han podido conmigo…

ni con la espada que blandieron

afilada y bien diestra,

enervando primero

lenguas envenenadas

que cargaron con la pólvora vieja.

No pudieron vencer

con estilete hendido,

profundo, bien adentro

en carne apesumbrada…

No pudieron, no les dejé vencer.

No pudieron esgrimiendo

desprecio sibilino

o indiferencia airada

ante dolores viejos.

¡No han podido conmigo!

me digo, y les respondo.

Ni tormentas de rayos encendidos

o lluvias torrenciales

que arrasaron los campos y sembrados

donde yo caminé

navegando en una mar de sal.

Lo intentaron bien fuerte,

con artes bien malvadas

derribarme en el fango

mas, me mantuve erguida

y ese fue su fracaso.

 Incluso se empeñaron

en voltear las flores

que en invierno crecían

en mi jardín privado.

No pudieron  de ningún modo

romper la barricada

que protegió feroz

mi morada, para ello

levanté muros ciegos,

y excavé parapetos con zanjas bien armadas.

No pudieron jamás detener

el vuelo de gaviota

que  solitaria huía,

al socaire de nuevas madrugadas…

Las rejas que mediocres

levantaron entonces

no pudieron hoyar

 ni un palmo de mi vuelo. No pudieron

porque me acostumbre

siempre a volar sola,

 derrotando  fantasmas

y subiendo hasta el cielo.

No tuvieron licencia para callar mi boca

ni  voltear la pluma que blandí cada poco,

señalando a idiotas.

No han podido…

por eso hoy, peinando ya canas

saboreo la dicha de saberme a cubierto

y ellos, en derrota.

María Toca Cañedo©

Santandere- 05-09-2023. 8,26/18,08

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La maleta que almaceno

Contaban que el tiempo cura males,

que atenúa las heridas, no las cura;

las difumina y las deja con escarcha

para que cuando camines, no te duela.

Me contaron que la nostalgia se almacena

y cuando llega el otoño a la ventana

se rememoran ocasos parecidos

guardándose los recuerdos en bolsillos.

Me contaron que las ofensas se olvidan

o las atenúa la brisa de la vida

…me contaron tantas cosas

que no son ciertas. Y que omito

por no cargar el poema con divisas

que otrora os resulten bien pesadas.

Al andar se llena la bolsa que  acumulo,

de vida, de costumbres y de heridas

que maceran el tiempo y la existencia

amalgamando los presentes al paréntesis

de las viejas vivencias que almaceno.

La maleta va al pairo de la vida

la cargo en la espalda dolorida

hasta que llegue bien llena a su destino

que será, seguramente, el cementerio.

María Toca Cañedo©

Santandere- 01-09-2023. 17,12

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Volver a la casa

Despedir los vientos de nostalgias

como quien deja marchar a los amigos,

caminar bajo un manto de estrellas

o abrazarse al árbol conocido

mientras se desgranan  recuerdos por el río.

Amigarse con el pájaro que vuela

dejarse acariciar por esa espuma

que las olas traen a mi destino

mientras el sol acaricia la piel

con el esmero que pondría

un lejano amante bien querido.

Repasar libros ya leídos,

voltear la ventana mientras se escarchan

los lirios que planté en el huerto

un día cualquiera que yace en el olvido.

Camino de Salas. 2013, O/L. 200x149cm.

Y caminar en soliloquio con el alma,

 por el escorzo que hace el río

en franca competencia de caminos,

-viejos caminos, polvorientos-

que ayer, tan solo ayer,

andaba, aventurada y expectante

buscando un futuro que ahora es mío.

Tornar a la casa, volver a respirar el aire limpio,

recoger los vidrios rotos, que una piedra,

quizá lanzada por un niño, rompió

cuando aún florecían primaveras…

Dejando atrás las tibias madreperlas,

las viejas contiendas que aún colean

y tornarse polvo, estrella o humo

que el estío levanta con pereza.

Tornar a casa, recoger la maleta,

bajarse del tren de la pereza

y dormir, esperando el despertar

en vieja alcoba, con la tenue apariencia

de ser joven y no haber dejado pasar

la juventud sin algazara.

 Levantarse con brío,

cualquier mañana, estando bien despierta,

presta, recibiendo a la tibia amanecida

mientras el sol brilla y despereza

el rocío que sirve de manto a las estrellas.

Volver a la casa de la infancia,

volver a  retozar con la esperanza

de ser niña, de jugar, de peinar aquellas trenzas

que madre amasaba con presteza.

Y olvidar que el camino que se anda,

pocas veces se torna a recorrer

más que en los sueños

que se prenden despacio del destino

mientras los pasos se tornan clandestinos

 -lentos, muy lentos- mientras la vida corre

y a veces, apresurada, se despeña.

María Toca Cañedo©

Santander-15-08-2023. 19,30.

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Sencillo

¿Hay algo más bello que hacer de lo sencillo

un párrafo hermoso o poesía?

Dejar los oropeles, los estigmas,

oximorones y adjetivos para luego

y construir algo sutil, ligero, tal que aire

con palabras arrojadas al viento

como quien hace  costura en la  tela.

Contar la vida, verla pasar a contrapeso

del olvido,  plasmar su compleja ilusión

sin impedimento, con la sencilla

palabra que hace asequible el verso

y difumina la prosa como soplo divino

bien difuso.

Nada hay más bello que labrar,

con mano orfebre la palabra

como quien esculpe en arcilla,

un ángel o demonio, mientras ríe

y cree que el mundo anda detenido

en el mismo instante en que el texto

toma vuelo y se convierte en leído.

María Toca Cañedo.

Santander 11-07-2023. 17,15.

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Despiertas

Nacemos y al poco, nos dormimos,

justo cuando levantamos varios palmos del suelo.

Dormidas crecemos,

dormidas caminamos, comemos, amamos

hasta soñamos, sueños de papel.

Dormidas amamos, por eso nos dejamos pisar tantas veces…

Amamos tan mal

que ni nos damos cuenta, la cadena

de culpa que nos pone el amor

Porque estamos dormidas

y si nadie nos despierta, o un golpe nos hace reaccionar,

nos morimos dormidas,

como si fuera sueño el pasar por la vida.

Sin dolor, sin sudar, sin el grito desgarrado

que nos rompe el corazón,

aisladas, sin poder sentir la belleza

ni el puño de la rabia

que se cierra cuando el furor arrecia.

Por eso, mejor que se nos desgarre el alma,

que morirnos dormidas

sin haberse, siquiera, percatado,

de qué estábamos vivas.

  1. María Toca.

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