Aprenderme tu piel cuando amanece
mientras la tibia mano despacio la recorre lentamente
dibujando con pinceles de ansias nuevas,
entre tanto los dedos anillándose en tu vientre.
Esperando al día que amanece
y tú despertando, a poco me solazas
y miras tal que si fuera sorpresa
mi presencia, tornándose la pasión
en dulce espera de explosión o brasas candescentes.
Observar la orografía de tu espalda
con sus montes, valles y geodesia;
respirar el aire que traspiras
mientras las sábanas nos sirven
de parapeto al mundo y sus excesos.
Amar y ser amada entre estrellas
aspirando aromas de los cuerpos,
trascendiendo, mientras la pasión
se van llenado de fuego nuevamente.
Orar sobre un pulpito abrasado
con oraciones impías que nos mecen
entre el infierno y la dulce sensación
de amanecer juntos o no ser nada.
Así, como aman los salvajes,
te amaría.
Así, como se enciende una fogata
se prendería mi piel al contemplarte
mientras tú, sereno y sonriente
aplacarías la sed en duro embate.
Soñándote en la distancia, intuyendo
las idas y venidas de tu suerte
mientras en el reloj dan muchas horas
hasta que llegue el incierto momento de tenerte.
Quizá no sea tan otoño para quererte,
o podamos parar la ruina de los cuerpos
que de forma inexorable se contienen
a base de intuir la primavera
y el incendio que producen los encuentros
que nunca fuimos a buscar, pero que vienen.
Amor de primavera en invernales,
amores que pueden caducar, efímeros y breves,
amores dulces, en espera
de una página del libro que nos cuenta la vida,
mientras vivimos entre la dulce zozobra
y la espera.
María Toca Cañedo©
Santander-19-04-2024. 19,36.