Viaje

Me até la mochila a la espalda

el barbuquejo apretando  la boca,

calcé buen calzado,

seguro   intuyendo, que  la  fuga

sería muy larga.

Recogí los papeles del alma

sucumbiendo, a veces, al tibio deseo

de llenar mis alforjas

con las viejas nostalgias citadas.

…Resistí el embate,

no recogí nada, tan solo,

tomé mi cuaderno, la pluma de ave

y entornando los ojos,  a veces,

para que no me cegaran

las luces del alba,

emprendí la marcha.

 Al rato  descubrí  senderos

inhóspitos, hueros, abruptos, serenos…

vagando siempre hacia adelante

hasta encontrar destino,

allende los mares.

Con ese bagaje ligero

y muy de mañana,

-aún con el sueño prendiendo en mis ojos-

tomé el viejo sendero

dejando atrás los turbios embates

que en tiempos pasados

me abatieron, como hordas salvajes.

En el alma llevaba las sombras

de viejos recuerdos;

también portaba,

anudados en torno a mi cuello,

versos bien sencillos

que pendían como una medalla

tensando mi duelo.

En los ojos, la nueva mirada,

para descubrir sendas y veredas

-y así, tal que aconsejaba

el maestro Machado-

emprendí la marcha,

breve y ligera de equipaje

caminando alegre, serena

y ligera, de viejos resabios.

María Toca©

Santander-28-5-2023. 13,18

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Hoy

Hoy, andaba entre sombras,

buscando el abrazo vacío que hice aire;

hoy, caminé entre brasas, sin quemarme

mientras la amanecida se me abría.

Hoy, busqué el lazo donde asirme

porque la sima voraz abría fauces

temiéndome que de un bocado

la fiera de la vida, me tragara.

Palpé con ansia las puertas torneadas

por si al voltearlas, se me abrían,

mas no pasó nada de ello,

tan solo silencio y calma

que rodearon mi guarida.

Ansiaba un amor de madrugada,

sentir el pálpito breve de la vida,

el calor de un cuerpo mientras

abrevaba la sed que nos partía,

mas solo hallé  soledad bien repartida.

Hoy, al atardecer añoré

la mano amiga que tendiera

para asir la dulce y tenue compañía

que ofrece calor de hogar, ternura

y sueños, sutil ensalmo de almas

que andan perdidas por el suelo.

Hoy, al fin, eché cerrojo a la escalera

que me suele subir hasta azoteas

donde atisbo los sueños que me alteran

y preveo que hacer en cualquier ruedo.

En soledad, prendida la mecha de la vela,

en oscura complacencia y desamparo,

me tiendo yo sola en el lecho

rodeada de recuerdos, o de anhelos

-nostalgia de tiempos idos-

en vano intento de consuelo.

María Toca Cañedo©

Santander- 18-05-2023. 21,58.

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Los días espesos

A veces me puede el destino, tan craso y espeso,

me puede la piedra que cargo conmigo;

el peso, me puede, me escarcha las manos

rompiéndome el brazo y siento que entera

me crujen las carnes, me quiebro en momentos.

Hay días nublados, que cierran los urros

con la bruma  espesa cercándome toda

dejando en oscuro el día, mientras yo despierta

lamento las sombras que agotan mi senda.

Entonces me encierro, bajo las persianas,

echo la cancela y pliego el candado

sobre las estrellas, que alumbran a otras

porque  yo estoy umbría y despierta.

Hay ataques fieros, que apenas se notan,

suplicas espesas que pesan y agotan

llegando a sentir lacerados puños

sobre cicatrices que aún no se cierran.

Son bloques pesados, son manchas de tierra,

ofensas tan leves que ni se dan cuenta

del daño que aquejan dejando la carne,

herida y maltrecha.

A veces me siento en la piedra yerta

mirando al vacío, esperando el brazo

que abra mi puerta.

Tan solo el silencio escucha mi queja

y luego me tornó, cierro la cancela

hasta que el estigma se aleja y se pierde.

Son días escasos, son tiempos perversos,

son puños cerrados que horadan la nieve.

Son huellas perdidas de heridas tan viejas,

que apenas se sienten, pero dejan  huella.

María Toca Cañedo©

Santander-15-.5-2023. 18,29

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La visita al sumidero de la historia.

Han vuelto a crecer las flores en la tierra

que antes se regara con la sangre,

de seres humanos bien chiquitos

con las cenizas hirsutas del martirio

que sembraron la tierra, no hace tanto.

Han vuelto los árboles a tener savia,

las hojas han crecido…

hasta alcanzar a dar sombra al visitante.

La vida que se impone, me digo, convencida;

la naturaleza que brota como anima salvaje

y se implanta a cualquier causa

trufada de tristes estertores de los trances

que allí se desarrollaron no hace tanto.

Han vuelto los tulipanes a hacer huella

en barrancos, cunetas y veredas

solapando con la dulce alegría de sus hojas,

la triste historia que se cuenta

un poco más arriba, subiendo a la derecha.

Hemos caminado entre rastrojos sin estrellas,

con el silencio amparando la tristeza,

casi sin darnos cuenta

que pisábamos suelo horadado por tormentos

que ni podemos imaginarnos en  presente .

Una historia terrible que nos cuentan

los que allí fueron triturados por la trama

de atroces sicarios de tinieblas.

 

Han hablado las piedras. Han hablado,

las paredes de aquel túnel

encebollado de tristuras y de males,

reconcentrando entre ellas,

los lamentos de seres enjaulados

caminando con sayal de rayas hasta la muerte.

Desde el silencio acristalado

con silentes lágrimas no derramadas,

hemos oído ¡sí oído! los pasos de miles

de  seres caminando, con  débiles fuerzas

en total agonía penitente.

Hemos tocado la piedra caliza de paredes

que en ogaño pasearon otras manos

-manos frías, huesudas y sangrantes-

con las que los presos tañían el silencio

y derretían los sueños en aras

de un tenebroso presente del que pendían

sus débiles vidas con  grilletes.

He paseado mis ojos por las fuentes

que quizá abrevaron sed de los fuertes;

o puede ser que solo empaparan la tristeza

de los cuerpos maltratados; del hambre,

de la furia que ardía en las gargantas

de los que nada tenían, solo goznes

que ataban su libertad, triste figura,  sin dejar

que ningún milagro ocurriera.

La escalera de Mauthausen guarda como un fuerte,

lamentos y gritos ahogados por la risa

de quienes despeñaban al maldito,

al pobre, al comunista, al anarquista, al herido,

al homosexual, partisano, al romaní,

al polaco, al disidente. A cualquiera…

 

Era tarde, el sol se eclipsaba lentamente

mientras  dos mujeres diferentes,

a veces contradictorias, amigas del presente

 caminamos por el prado, hermoso y verde

escarchado de relente…

El silencio cuajaba nuestras bocas

mientras, a lo lejos, se divisaba la escalera

que muchos llaman, de la muerte.

Casi con sigilo caminamos

contemplando los escalones escarpados,

de piedra, marcados por el tiempo,

intocables, a los que nadie hacía presagiar

su cometido…Miles de hombres

los subieron y bajaron bien cargados,

con las piedras macerando  frágiles  huesos

demasiado  horadados por el hambre.

Cada cual pensaba en la sinrazón, cruel destino

de una generación triturada

por cierta adversidad sacada del socavón

que se conecta, directamente, con el infierno

hasta lugares bellos de la tierra.

Mis ojos se han llenado de verdades,

-silenciadas verdades- que se cuentan,

a veces edulcoradas por las gentes

de buen sentido o también del mal interprete,

de lo acontecido, en los tiempos en que el mal

anidó en muchas mentes.

Y no. Hay que contarlo.

Hay que mancharse las manos con el barro

que encharcaban los   pies que iban descalzos

de los hombres y mujeres que trajinaron

el destino, cruel, macabro azar que los unió

y que perecieron allí dentro

para que nosotras aprendamos

y nos quede bien presente

que la hidra malvada de seres infernales

puede prender, sin duda, en cualquier lado.

Destruirnos, acabarnos como especie

y luego triturarnos hasta la muerte.

Hoy, sentada en mi escritorio,

con la casa solazada por silencios,

-cómodos silencios- al abrigo

de malquerencias y de gritos,

hoy, digo, repaso lo vivido en estos días

y se me horada la herida que he vivido.

No quiero olvidar. No quiero pasar del hecho

de estar viva, de tener la breve capacidad

de escribirlo, porque siento que es deber

del presente, honrar y difundir lo que ha pasado.

Marché siendo una,  con mi historia,

a trompicones e incoherencias bien vividas.

He regresado, siendo la otra.

No sé cuál, ni como crecerá esta persona

que se sentó entre las piedras del espacio

y departió de tú a tú con el destino

de miles de seres destruidos

que desde el abismo de la muerte,

lanzan, aún, sus gritos de socorro tan candentes.

Contarlo, historiarlo, difundirlo…

parece que nos dicen

las almas de los muertos, desaparecidos,

quizá trasmutados en tulipanes

que adornan los  umbrosos caminos de Gusen,

de Mauthausen,   o de los túneles abyectos.

Sembremos la semilla, bien profunda,

de ser libres, solidarias, en paz bien resguardada

protegiendo, siempre, al débil, al inmigrante,

al paria, al que sale del camino conocido…

De no hacerlo, se temen los espíritus que nos claman,

volverán los tiempos en que los campos

de la muerte, trituraban  a tantos condenados

y puede que la historia se repita.

María Toca Cañedo©.

In Memorian de las víctimas universales de cualquier barbarie. Inspirado en la visita a los campos de Mauthausen Gusen y al castillo de Hanreim

Mayo de 2023.

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Ojos

Me gustan los ojos que sonríen,

se enfadan, odian, sienten resmas de rencor

o miran de soslayo hacia la muerte.

Ojos que cuentan vida, parlanchines,

que refieren avatares y se encumbran,

a veces, hasta por encima de las voces

que quieren acallarlos. Ojos saltones.

Prefiero los ojos que están vivos,

hablan, gritan, golpean, se hacen risa

o dan miedo, porque en ellos

se transparenta el odio o la violencia.

La muerte está descrita en esos ojos,

que hablan, aunque digan tonterías

y se toman en serio la aventura de estar vivos.

Ojos radicales, maniqueos, mentirosos o certeros

siempre  proscritos por abiertos.

En cambio, detesto con  un vaho de desprecio

los ojos que están muertos, tal que lumiacos

sin agua, secos, petrificados por estíos,

viejos, huérfanos de vida, sombríos

que dejan la puerta bien cerrada

a la apertura.

Ojos que murieron hace siglos

porque sus dueños nacieron bien vacíos,

huecos, sin más alma que una amalgama

de viejas costumbres. Inapetentes,

exentos de pasiones,

consumidos por siglos de antagonismo con la vida.

María Toca Cañedo©

Santander-23-04-2023. 13,13

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Demasiadas primaveras…

Anidan las gaviotas en dulce compañía

frente a mi ventana, en tejado vecino

-venturoso el día que amanece despacio-

en esta primavera donde se guarda el miedo

y el sol sale, con tímidas posturas,

mientras la escarcha ilumina

el verde del jardín.

Florecen los almendros,

la pajarada canta con trinos de alegría

…para ellos se cumple el destino feliz.

Que ya es primavera, que el día se renueva

y se apagan las tristuras del plomo

de un invierno falaz.

En la cocina aletea el puchero

que deja rastro fijo de aromas deleitosos

mientras, encima de la mesa

conformo una poesía…

o algo similar. Perturbada vergüenza

que osa componer,

palabras y algún verso.

 

Son muchas primaveras,

demasiadas, quizá, las vividas

que   albergan polvo y guano

en viejos   anaqueles  preñados y contritos

de excesivos recuerdos…

 

La joven que marchitaba el tiempo

entre sueños difusos;

la seria, la madre contumaz

y luego, liberada; aquel pájaro herido

que marchó con premura

en busca de libertad.

Torné al hogar un día,

marchita y calcinada,

cual paloma abatida

buscando calma y armisticio

por las guerras perdidas.

 

  Más tarde decoré con los sueños perdidos

mil páginas, y al fin, descalabrada y terne

sigo, esperanzada, en busca

 del solsticio que ampare

y me acerque, poco, leve y frugal,

a la vieja utopía y al sueño de ser libre.

María Toca Cañedo©

Santander-22-04-2023.  11,23.

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La prisa

A veces la urgencia me atabala

hace que se me olvide la poesía

labrando mis horas en francos desatinos

que  forjan horas  dilatadas

tal que si no hubiera soles en la sombra.

A veces el tiempo se me estrecha

y me camina largo en la presencia

de inciertas premuras, decorado

 apretando la soga que yo sola me pongo

dejándome sin aire -plena fatiga-

y otras me acerca ante un umbral

de milagros y alegres contraluces

alumbrando  de colores refulgentes

las sombras que traza la escarcha en la fuente.

Me asfixia la ansiada calma,

me embelesa temblar ante una prosa

bien hecha, pergeñada

como lecho feliz bien cimentado.

Y luego, cuando las sombras

cierran la ventana con pereza,

reposo  en mi almohada la cabeza

y sueño con  bailes sin respeto

y plenos de  poemas  danzando por el suelo.

María Toca Cañedo©

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Pacto

Me amigué con fantasmas, sombras negras,

alargadas que al sentirlas me asustaban

mas pronto fueron buena compañía.

Con dolores que producen el hastío de estar viva,

hice pacto, también  firmé trato

 con la muerte, buena amiga,

a quien espero, sin prisa,

aunque sin temor,

tal que a una buena aliada.

A las aflicciones   hice frente

prestando poca atención, pagando

con ternuras  los vaivenes

que mostraba el movido mar que navegaba.

En la existencia cóncava y convexa

que supone andar descalza por la vida

supe estar, permanecer bien altiva,

expectante, sin augurios de ser dueña

más que de una lóbrega morada.

Planté cara a adversarios

batallando en mil batallas

las cuales, casi todas se libraron,

en mi casa, en mis adentros

que es donde se dan

las más duras guerras

 y contiendas derrotadas.

Y al fin, sobrevolé por los desastres

de la vida. Compleja vida;

mas también fue sembrada de alboradas

porque la sentí fértil, amada,

como huerto feraz, bien regado

como pasto que seré algún día

de un breve relato o largo olvido.

Mientras tanto, sigo componiendo

la suave melodía de estar viva.

María Toca Cañedo©

Satander 09-05-2023.  12,24

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El musico y el silencio

Ayer un músico  decía, con dolor casi palpable

que mejorar el silencio, era parte de su obra…

Difícil arte, difícil, me quedé tensa pensando

porque dentro del silencio se posan mil mariposas,

pájaros trinando alegres,

o el aire que difuso nos sulfura  madrugadas.

El olor de la humedad, también tiene su sonido,

y el perro dolorido, que ladra en un instante

forma parte del aullido que rompe en mil pedazos

esa paz bien devastada.

También suena el baile perturbador,

 de las hojas saltarinas que corren tras las esquinas.

Y la música que es arte, decía mi buen amigo,

debe mejorar todo eso: el fuego de chimenea

o el borboteo que anida, en cocina de la madre.

El sol, las nubes también, tienen sus sonidos

y la soltura del ritmo  que nos sume en armonía

cuando, llora el cielo adusto y percute en la ventana

 esa lluvia de costumbre tan rítmica, solaz y bella.

Por eso, el maestro, terne y muy desolado

ha optado por callar y dejar la algarabía

navegando en el sosiego,

por un mar amordazado.

María Toca Cañedo©

A mi querido genio, tan amigo, y tan grande. Jairo León.

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Tiempo y lugar

Aquí, en el rincón  escueto de una pequeña casa

arrumbada y perdida en una ciudad mediana,

insignificante huella de vida que retumba

entre el latido incierto de un corazón cansado

y la vida   trascurrida detrás de una ventana…

Aquí, entre nubes vencidas, contemplada a veces

por gaviotas curiosas que sutiles se apostan

en vecino tejando…

aquí, entre quejas baldías

se yerguen viejas voluntades y jóvenes ideas.

En esta casa ilusoria, en donde  la hégira marcha,

sosegada, en pos de la memoria…

Es donde habita el tiempo, varado, entre mil sombras

que recojo y me llevo al lecho cada noche

para labrar los sueños que nunca han de cumplirse

y tejer en la almohada otros nuevos, dispersos,

que mañana recojo como frutos maduros.

Porque es tan dulce la espera y tan tibio el camino

que me desligo y pienso…

si solo fue un atisbo de vida o tan siquiera

fuera un soplo divino que  llegó

a recordarme que vivo sola y pronto

doblaré la contienda que me conduce

inexorable y plana,

al borde del abismo.

María Toca Cañedo©

Santander-29-03-2023. 19,22.

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