ni con la espada que blandieron
afilada y bien diestra,
enervando primero
lenguas envenenadas
que cargaron con la pólvora vieja.
No pudieron vencer
con estilete hendido,
profundo, bien adentro
en carne apesumbrada…
No pudieron, no les dejé vencer.
No pudieron esgrimiendo
desprecio sibilino
o indiferencia airada
ante dolores viejos.
¡No han podido conmigo!
me digo, y les respondo.
Ni tormentas de rayos encendidos
o lluvias torrenciales
que arrasaron los campos y sembrados
donde yo caminé
navegando en una mar de sal.
Lo intentaron bien fuerte,
con artes bien malvadas
derribarme en el fango
mas, me mantuve erguida
y ese fue su fracaso.
Incluso se empeñaron
en voltear las flores
que en invierno crecían
en mi jardín privado.
No pudieron de ningún modo
romper la barricada
que protegió feroz
mi morada, para ello
levanté muros ciegos,
y excavé parapetos con zanjas bien armadas.
No pudieron jamás detener
el vuelo de gaviota
que solitaria huía,
al socaire de nuevas madrugadas…
Las rejas que mediocres
levantaron entonces
no pudieron hoyar
ni un palmo de mi vuelo. No pudieron
porque me acostumbre
siempre a volar sola,
derrotando fantasmas
y subiendo hasta el cielo.
No tuvieron licencia para callar mi boca
ni voltear la pluma que blandí cada poco,
señalando a idiotas.
No han podido…
por eso hoy, peinando ya canas
saboreo la dicha de saberme a cubierto
y ellos, en derrota.
María Toca Cañedo©
Santandere- 05-09-2023. 8,26/18,08