Era una tarde lóbrega y espesa
el sol escondido haciendo burla
mientras las nubes corren cual centella;
detrás de los visillos una vela
con una copa de vino en espera.
No era verano, tampoco primavera
ni el futuro auguraba halagüeño
-ya lo dije- tarde triste sin nada que contar,
con poco que escribir, huera la mente
de espesura y basto recorrido,
con la espera de no tener bastante.
De pronto un rayo surgió por la ventana,
-nada especial- apenas fogonazo,
tan breve como luminoso,
inundó la monotonía adyacente.
¿Eras tú o era tu quimera?
pregunté ante la figura que se abría
entre la pesadumbre y la maleza
de la tarde anodina, presa a fenecerse.
¿Eras tú? tal vez fuera un recuerdo
que me sopló en el oído preces o plegarias,
“no estás sola” me dijo en un suspiro
cuando ya desfallecía con el tedio.
Contemplé
el remanso de mi vida.
Conformé
la paz que andaba inmersa
entre los soliloquios y la prisa.
Por eso, digo, era una tarde nimia
sin nada especial en la reserva
que al punto tornose luminosa,
esclarecida, porque quien tuvo vida,
se rebeló, bailó, amó entre sonrisas
o llantos dolientes , con pasión,
no se apaga, porque el recuerdo
es pábilo que arrasa la nublada.
María Toca Cañedo©
Santander- 20-04-2024. 20,14