Se argollan los pasos al silencio
que clama entre estertores y finanzas
de esas que acostumbran a subirse
como espuma alegre, a la cabeza.
En aquelarre de hojas secas
y de murmullos de apariencia ingobernable,
camina el solitario que me espera
entre la luz ocre, de una carretera,
directa al sendero de la muerte.
Otoño de exequias imperiales,
los meses dorados que me esperan
hacen brotar del alma más poemas
que el resto del calendario
que me espera. Por eso amo
la estación perenne del recuerdo
que me anida entre desfalcos
y umbrías intenciones. La nostalgia,
archivada con premura, en la cabeza,
mientras la dulce melancolía se me prende
cual mano engarfiada, en la garganta.
María Toca
Santander-28-10-2018.20,56.