Que no daría yo por incendiarme de nuevo cada día
ante una presencia real, imaginable,
y volver a temblar en el instante
en que unas manos se posaran en mi vientre.
Daría años de vida por tenerte,
por volver a tiritar con el embrujo
que fascinaba cielos encendidos
mientras la voz desgranaba letanías.
Por pasear de tu mano dolorida
como naufraga se adhiere a la madera
que le tira el barco que la cuida
llegando raudo a su rescate.
Daría días de mi vida, tan sentida,
por caminar en el asfalto, enardecida,
descubriendo en cada esquina ambrosías
que tú mostrabas sin pausa con promesas.
Por resucitar la carne magra
y sentir el suave susurro de mi pelo
mientras tú lo anillabas en los dedos.
Daría lo poco de vida que me queda
por sentir la borrachera de los días
en que la amanecida nos encontraba
entregados, envueltos en sudor,
sangre y arena, enardecidos
por el amor ingente que sobraba.
María Toca
Santander-3-11-2018. 11,44.