Se gastan las palabras,
las cubre una patina
de ceniza agostada
que a base de nombrar,
las tristezas que aquejan
la grisura se encrespa
y ya no dicen nada.
Las palabras se quedan
varadas en los labios
agotadas y secas,
a base de nombrarlas
con banal esperanza.
Se callan, se quedan entre las rejas
de una garganta umbría
que ahoga el sentimiento
y deja en dique seco
todo lo que se calla.
De usarlas, se mueren, las palabras,
se ajan en vocablos
que eluden la mirada
y tiñen de grisura
el sentimiento vano
de indiferencia ungido.
Se quedan hueras,
las palabras, los versos,
vacíos y sin rabia.
De tanto maldeciros.
Santander- 23-3-2016. 16,09.