Puñales que rompen la piel
como caricia ciega, envenenada,
socaban con acierto
la somera confianza que me prestó
el tiempo, cosiendo con hilo fino
las sutiles costuras de las viejas heridas
que soslayo.
Filos seguros, acerados,
que rozan como besos
la nostalgia arrebatada
que tanto le costó al tiempo
suturarla.
En esos oquedales remotos
donde se hallan las sombras convexas
bien atadas. Entre el cieno del dolor
y la nostalgia arrebatada,
allí, justo, en esa informe zona
donde se hiere. Allí, llega el filo
y se hace fuerte.
Al hacerlo, liberan las arduas cicatrices
de su dueño,
que solapadas durante mucho tiempo
duermen el tibio sueño
del olvido.
Y se crecen, por la duda
de ser, antes que nada, víctima inocente
y no, fiera banalmente condenada.
Filos que rajan
la carne macerada
a golpe de dolor
consiguiendo, paso a paso
horadar
y llegar hasta con paso firme
al alma escarmentada.
María Toca
Santander-11-03-2018. 11,43