Elegí cosas, no te engaño,
en cambio otras, me eligieron sin recato:
nacer tal que lo hice, en esta tierra,
surcada de lágrimas agrias y de espanto.
Llegué cargada de ilusiones,
de sueños; insumisa, conspicua y resiliente,
con la piel fina, casi transparente,
desnudo el corazón y los instintos;
por eso, elegí, contaros lo que siento,
como forma de no ahogarme en el desierto.
Elegí o me eligieron, no se sabe,
sentirme hermana de los que tienen
por único patrimonio,
un cielo encrespado de silencios,
nada en la cartera y los ojos bien vivos,
contrariados siempre por el miedo.
Elegí quedarme en tierra impía
hostil a redundancias y a orates
de esos que reparten tempestades
en forma de soliloquios y colmados
de grandilocuencias y de oros.
Elegí, eso sí, jugar con las palabras
entregarme en orgía de conceptos,
contar historias –banales o intensas-
¿quién lo sabe?
como esta que os cuento.
Y al fin, elegiré hacer mortaja
cuando la vida se me escarche
y se haga cuesta arriba la costumbre
y me prive de amar, de escribir y de contar.
Entonces, sin duda, elegiré,
sin mayor perjuicio ni recato, emprender viaje,
al origen del proyecto que hace tiempo
concibieron a modo de reflejo.
Marcharé , rauda,
a sumergirme en ese mar de nadas
que me atrae, y concebiré un sueño bien distante.
María Toca
Santander- 4-03-2018, 18,33