En ocasiones he defenestrado el sentido acuciado y sucinto
que luzco en emociones;
he detestado sentir, intuir, muchas veces,
el dolor, el desangre que se produce raudo,
cuando algo o alguien desatan la impía canción
que torna en despertar las cicatrices viejas,
calmadas por el tiempo y el aprendizaje,
que sin tregua despiertan, al roce de una mano.
He sufrido el sudario de saberme distinta
o poco común, a veces, sensible, fuera de todo,
hija de nadie; no pertenecer a grupo ni secundar idea,
y por ello, sufrir el ostracismo que sienten los de fuera.
Lo afirmo, me rebeló, a veces, sentirme malnacida,
poco indicada, sin clase, sin idea de obediencia al mando,
lo que dan en llamar, outsider, de una mala manera.
Y fíjate que hoy, casi me alegra saberme diferente,
integrante del grupo de los nadies, de los incomprendidos,
de los que nada cosechan porque nacen desnudos
y todo lo construyen a base de caídas, intuiciones varias,
al dolor de aprender, a saberse mal amados,
a veces hasta olvidados.
Porque hoy, tengo la constancia,
que nosotros, somos muchos. Estamos,
los diferentes, caminamos alzados
y quizá, en un momento, se produzca el milagro
y una mano tendida, encuentre la mía que la tengo apretada,
protegiendo, con saña, un corazón herido.
Santander- 8-8-15, 13,46. 565 días sin ti, pero contigo.