Discurren las horas, lentamente,
paseando su calma en lontananza
dejando el gusto de un sabor acre
en la boca, y en el alma
el poso insurgente de la nada.
Los sueños se mecen con mesura
igual que los recuerdos…
las sillas que hoy están vacías
claman, su sitio en la memoria.
Los dejo entrar, a los recuerdos,
ceno con ellos. Están presentes.
Aquí, en el silencio de mi alcoba,
les hablo, con melancolía
de las ausencias que siembro y añoro,
de las noches, en que antaño
se me iban los estertores trágicos
de mil lágrimas, sin sonido derramadas.
Por eso, el reloj marca las horas,
con calma, mientras yo
veo pasar la tarde
sentada en mi escritorio
intentando atrapar con la punta de los dedos
los pétalos marchitos de la ausencia.
Santander-24-12-2016. 20,19.