Callo la duda, la enmudezco,
dejándola al socaire de un espacio
donde no se encuentra ningún balcón abierto
ni puerta que labre su escapada
a las afueras duras de la vida.
Traspaso la duda, desmerezco
el ansia prominente por certezas
que a fuer, de incertidumbres,
se hacen fuego…
Se consume, mientras la sospecha,
que sigue ahí, latiendo sin respiro,
para que haga mella en su certeza
y me deje tranquila, olvidando
que de la duda, brotan las certidumbres
y verdades abiertas
que labran la tierra de barbecho.
Postergo, con pereza la perpleja costumbre
que aquejo, y sigo meciéndome,
tanto que del titubeo hago costumbre
hasta que rauda se me despereza
la ansiada curiosidad por conocerla.
Sospecho que la duda se me adhiere
a la piel, como si fuera parte de ella,
o la veleta, que me hace tornar bien la cabeza
hacia otros derroteros que expugnar
para, entre hojarasca encontrar
tantas preguntas sin respuesta.
Y así, navegando entre dudas, certezas
o curiosas marchas, todas con despliegue
de largas evidencias, sin más seguridad
que mi cabeza
voy saltando de certidumbres
a vanas sospechas, sin más interés
que caminar erguida, directa
y en dirección exacta hacia la muerte.
María Toca Cañedo©
Santander-30-11-2023. 21,18