Y me pregunto si aún vale la pena
gastarse en este nuevo invierno
en que luces tempranas
nublan los despertares.
Gastarse, componerse
y hacerse tan pequeña
que ni el sol ni la noche
nos puedan descubrir
por andar camufladas
entre sombras y luces
de un tibio despertar.
Y me pregunto, a veces
-y de forma consciente-
si compensa pelear
con molinos de viento
o dejarse llevar
hacia zonas de paso,
tranquilas y conscientes
de que, por un tiempo,
se pueda desertar.
Dejarse enmudecer por la sombra cautiva
y soñar que nunca fuimos tan fuertes,
que todo es distinto
a cuando éramos jóvenes,
la vida sonreía y el paso a sotavento
se hacía incontenible.
Derrocharse en noches de jolgorio
lucirse en los días de hastío…
Consumirse, con la piel hecha añicos
y en la boca rebosaban
los besos comprimidos
de esos que no se dan…
Mientras que ahora,
las resmas de lo vivido
nos devoran a veces
y las luces y sombras
nos esperan cautivas
de un nuevo despertar.
Me pregunto, si aun reverdece la vida
la carne marchitada
y el sueño que no llega
nos puedan compensar
de la savia gastada, de las luchas perdidas,
del hastío que llevó
a querellarse un día
contra el viento que no nos empujaba
y a las noches en vela
que nos dejaron lucidas
al socaire y prendidas
de la otra verdad.
María Toca Cañedo©
Santander-08-12-2023. 18,27.