Me desnudaré entre sombras y juncos
tan solo cuando vuelvas vencido
y me traigas la voz y el acento desierto
cruzado de derrotas y miedo.
Ampararé con mis manos las tuyas
cuando me lleguen rotas, sangrando,
ajadas de empuñar armaduras
que vencen al tiempo y las horas
se hacen vacío.
Enjuagaré, con el amor prohibido,
la lágrima sutil que acristala tus ojos,
curaré con el ensalmo de mis besos,
las heridas emponzoñadas del olvido.
Y nunca más volverás a estar solo,
porque desde ahora, te acompaña el destino,
ese que labra suertes, caminos
y que enlaza a personas vencidas.
Alzaremos la vista muy juntos,
conforme veamos el mundo
levantando la mirada del suelo
y soñando, mientras se hace camino.
Y nunca más, lo juro, nunca,
ni tú ni yo caminaremos en el desierto.
Santander- 26-9-15, 19,04.