Hoy visito el rincón,
donde en noches de tristuras trazadas
el bramido quebrado, rasgaba,
el silencio aparente
mientras las olas seguían
su camino, a romper contra el muelle,
dejando un rumor sordo
de un baile indiferente.
Rasgaban el nocturno
aquelarre sombrío
el viento, y algún alma impenitente
que, tal como la mía,
clamaba contra el infierno.
Recuerdo cuando huía
de la casa, vencida,
por la antorcha encendida,
prendida de mi pecho,
que nunca se aplacaba.
Era dolor de ruina. Era ausencia,
era desgarro fiero
de una muy malquerencia.
Calzaba mis zapatos,
enhebraba mi suerte
y embozada en quejidos
de dolores; y en los labios
la amarga contractura
que mil gubias trazaron.
En los ojos, las sombras
y un velo bien cuajado
de lágrimas inertes.
Salía, en desespero,
aquejada de dolor incipiente,
luego, llegaba al dique
y sola, entre penumbra
le gritaba a la muerte.
Hoy, visito esos puentes,
contemplo el espigón calmado,
que resopla y emerge
de las olas, cautivo,
y recuerdo el tiempo
en que quebrada y viva,
clamaba aún por verte.
María Toca
Santander-3-12-2017. 17,09