Acabado el día, pliego el escritorio,
releo las cosas que quedan pendientes
y torno los ojos hacia la ventana
donde encuentro, inmutable,
la misma bahía, la misma raigambre,
la misma armonía de todas las tardes.
Acabado el día, otro en que no hay preces
ni batallas, ni fuertes contiendas,
tan solo la calma, las sienes contritas
y lento se siente, un sopor que a ultranza
me deja en remanso envuelta en un velo
de dulce esperanza.
Al plegar la tarde se asoma la luna
con cierta vergüenza, como si quisiera
quedarse dormida entre las montañas
que me parapetan, protegen y dulces
se tornan tan negras.
Me esperan los sueños y mi tibia cama,
la noche encerrada, los besos ausentes
mientras que de lejos, nos ladran los perros,
como cada tarde, como cada incierto ,
lugar de mi encierro.
Entorno en silencio las contraventanas
no sea que unos ojos silentes y vacuos
me lleven el alma, me roben la sombra
y luego se tornen al campo a sembrarla.
Acabado el día, me torno pequeña,
me quedo en silencio…
porque todo calla, todo está en calma.
Cuando acaba el día
se torna la vida , volteo la muerte
María Toca Cañedo©
Santander-24-03-2024. 21,00