Es uno de esos días tan frecuentes y suaves
donde el sol no se encuentra
pues se haya escondido tras las nubes , muy cauto,
en soliloquios breves con el piso mojado.
Un gato, me contempla, desde el piso de enfrente,
con los ojos del tedio, como escribo
y se deja mecer por la abulia del tiempo.
Es uno de esos días en donde nada pasa
y donde nada brilla. Una jornada más
con brumas en el aire y lagrimas del cielo.
He tendido la ropa con la vana esperanza
que algún rayo escapado, de un sol muy vencido
venga a depositarse en mi ventana, un rato.
Me inunda la nostalgia, me resuenan los cuentos
que escuchaba de chica y que fueron callados,
por el grito vital de vivir a destiempo.
He recogido el pelo, he lavado mi cara
y tomado mis manos en franca desavenencia
por ver si os cuento estas cosas pequeñas
que acontecen, en un lugar seguro, reservado,
un castillo almenado, tal que fuera mi casa.
Historias, poemas, o redichos que llegan
una mañana plena de grisuras y viento
en que tomo el relevo de otros días vaciados
y me siento a contarlo.
No conozco más derrota y huida
que la que se produce en desfalco de bienes,
en morirse un poco, aburrida y espesa
apartando los sueños
y viviendo en la tierra, sin volar
o al menos…solo haciendo el intento.
María Toca Cañedo©
Santander-22-02-2023. 11,08