A esta altura, pocas cosas temo,
casi ninguna.
Hace tiempo que me visitó el silencio,
con armadura fuerte,
se enseñoreó en mi casa
vivió en ella, cual tormento,
durante el tiempo que lo tuve
conocí, la otra cara del espanto.
Por eso, al miedo, lo disipé
a base de amalgamarlo
con el llanto.
Hay cosas, en cambio, que sí temo,
al dolor, al desaliento,
a la falta de palabras, al siniestro
canto de sirena de mis versos
o a secarme de historias,
quedarme yerta, sin nada que contar
y sin simiente,
para sembrar, en las brechas labradas
día a día en mi tierra
que es mi sementera
esa que florece con poesía.
A eso temo, mas no a la muerte,
porque le vi la cara,
la contemplé de frente
retándola, se retiró bien derrotada,
en espera de un tiempo más renuente.
Santander-22-5-2016. 15,10.