Sordos sonidos, que influyen
en la marea de la mar encrespada,
se levantan del surco que hace la sementera
labrando en el océano, la mirada,
ante el rumor del desespero
que se yergue, en blanca espuma, ante ellos.
Palabras que son hordas,
balas que se disparan
con el miedo engarzado
en la pólvora hueca,
provocando mil bajas.
Sonidos que en las sombras
nos llegan con mesura
con su temor oscuro
que nos labra el arado
sobre simiente ciega
que nos deja, apenas, sin futuro.
Sombras, que cubren el encelado asfalto,
hojas que fenecen
y se pisan, porque alfombran el suelo
perviviendo, incluso, a su pesar,
mientras, el tedio arrecia
y se tumba el invierno
dentro del hogar.
Alvia 18-11-15, 20,48