Pocas veces, o algunas, pero pocas, muy pocas,
me pregunté callada,
de qué sirve desgranar en palabras,
lo que siente la mente.
Construir unos versos que no tienen respuesta
andar caminos hueros y que nadie los vea,
desnudar las vergüenzas, arrancar las quimeras
y dejar al socaire de cambalache ciego
mis querencias, sin que nadie las ame.
Pocas me pregunté, de qué sirve la prosa,
y ninguna, lo juro, quebranté la promesa
de fidelidad ciega, al verso y la poesía.
Lo aseguro, que apenas dudé de su fiel compañía
ni de la antorcha que con dulce paciencia
me calentaba, en los días de furia.
Mas el deseo apremia, la esperanza se mengua
y hoy, que estoy muy difusa
me preguntó, callada, si merece la pena
seguir con el empeño
o pasar a otra cosa.
Madrid-22-11-15. 0,12.