Asomo la cabeza, al ruido y al desaire
porque marcho de la ciudad renuente,
me ausento, dejo huellas entre el asfalto
y el aire, que aún está caliente,
con alientos perdidos de los que precedieron
mi camino y mi marcha. Hoy, sigo yo sus pasos.
me desapego y marcho, a buscar otros sitios
donde el paisaje, la memoria y los hechos
estén bien acaldados, recientes, ordenados.
Dejo las calles húmedas de légamo y de cieno
aquello que se pierde, cuando el sol es incierto
acompaso mis pasos a una triste nostalgia
que siento, anticipada, de mi marcha
y que siempre acompaña,
engarzada en mis sueños.
Marcho, dejo Madrid dormida, esperando
la mano que le haga despertar del calvario
y a mí, me queda la tristura engarzada
de dejarla tan sola, apenas, mal amada.
Madrid-22-11-15, 10,50