Como atraviesa el sol los juncos,
con la misma levedad
que armoniza el aire el universo,
así dejo volar los besos de mis labios,
para que lleguen presto a tu frente;
una vez allí, depositados, levemente,
socavará esa nube de sombras
que te acecha en esquinas renuentes
para hacerlas lluvia, diluirlas.
Calmaré con mis manos tus miedos
con caricias leves como aire
que mesaran tus precarios cabellos
y nunca, más, volverán a asolarte
el dolor, las sombras y la muerte.
Desplazaré el temor,
la penumbra, que llena de sombras
la alcoba, donde resides, solo,
y ya no volverá el espanto a perseguirte.
Nunca el dolor invadirá el rincón,
donde esperaremos juntos,
ver llegar el estío,
mientras se mecen los pensamientos
licuados por el río
de un amor, largo y pertinente.
Santander-18-10-15, 13,19.