En el cuarto de atrás
donde guardo las noches
que pasé murmurando el nombre
y las palabras que se ahogaron
en los mares que no tiene orilla.
En el cuarto de atrás,
donde guardo las formas
que tus manos moldearon
con mi alma, tornada
en fiel hoja, que el viento mecía.
Mientras, casi apagada,
la mirada marchita
por la oscura memoria
me quedaba dormida,
bajo el suave influjo,
de un luna crecida.
En ese cuarto oscuro,
donde guardo los días
que el viento barrió
hacia un incierto sitio
que ni se nombra, oculto,
escrito en la memoria
con letras esculpidas
en una piel callada.
Allí, en esa alcoba,
se me quedan las sombras
que crecen y se ocultan
mientras miro adelante,
con el infierno oscuro
y la vista cegada.
Santander- 16-10-15. 15,37.