Quisiera envolverme en grises taciturnos
y despertar cuando él sol desgarra la costumbre
inundarme de luz entre gredales de brumas aparentes
y bañarme entre sombras, de lucero encendida.
Soñar que sueño y tú estás conmigo,
bastardeando el tiempo que se llevó el olvido
y sentir, como sentía la niña endulzada de mieles
cuando el viento era puro, cuando aún no corría.
Olvidar lo vivido, si con ello se fueran
los caminos trazados, los senderos de olvido
y bañarme mil veces, en la misma marea
en que crucé mis ojos, con tu luz tan inmensa.
Caminar sin destino. Vagar, como marcha la brisa;
sin punto fijo, sin buscar, arrastrando a su paso
los guijarros del miedo.
Me seduce el intento de volver a mi casa,
aquella que dejé desde el umbral tardío
cuando, apenas era niña y el deseo azuzaba
buscando la sorpresa de emprender el camino.
Cuando baño mis ojos en los atardeceres
y me dejo besar las plantas por la brea,
me vuelven las nostalgias, las penas acabadas
y quisiera tornar a oler a la tierra mojada
y la yerba, cuando el padre segaba.
Por eso, hoy, envuelta en la calima
que nos deja sin ansia, y sin ganas de nada
se me vuelven las ganas, se me escarcha el olvido
porque en tardes aquellas, soleadas,
caminaba descalza, sin blusa y sin enaguas,
entre cantos rodados, en busca de simientes
con que labrar el campo y volar,
tal que ave lejana.
María Toca
Foto: Tino Tezanos
Santander-17-02-2018, 23,28.