Me tiembla el pulso
cuando, firme o dudando,
impulso la palabra
y yergo el verso con donaire
incluso, a veces, cuando vacío,
se queda prendido en el aire.
Me tiembla, hasta el oxigeno
que respiro y alimenta
e insufla al alma su impulso.
Quizá es miedo, o el escudo
que tengo cada día
mientras esculpo ideas en cuartilla.
A lo mejor es que me tiembla
la carne, que contrita
y yerta, acude a cada instante
a contemplar ideas en reserva.
Lo ignoro, tan solo cuento
que temo, cada día,
a quedarme sin verso,
sin asombro
y dejar de plasmar la connivencia
que mantengo con el tiempo
y el adorno.
Santander-2-9-2016. 15,49