Caminamos despacio, tomados de la mano,
recorriendo rastrojos
mientras, juntos, hacemos del tiempo
como si fuera siempre, una primera vez…
Andamos anudados, sorteando mimbreras,
recias, fuertes, cual muro
que bordea el camino,
mientras dulces carrizos
desmelenan su pelo
y los alcaravanes picotean con miedo
los pequeños rastrojos
que soltamos al paso.
En lo alto, la espadaña nos mira,
guardiana de la campana vieja
que sortea la tarde repicando con celo…
Las viejas van a misa;
a nosotros, de pronto, nos sorprende el rocío,
que comienza a caer,
y nos recorre raudo, un liviano resfrío
que sorprende al andar…
Es hora de recogerse
deshacer el camino y tornar,
como ave, al nido.
A poco, la luna se nos muestra
con su cara tan blanca
y las estrellas, tímidas,
comienzan a brillar.
Tu mano y mi destino.
Tu aliento, rodeando mi boca.
Todo junto, comienza
con calma y sosiego
a tornar al hogar…
Luego despierto y veo
que esta quimera bella
era tan solo sueño.
María Toca
Santander- 11-10-2020. 19,07.