Cuánto dolor anida en tu mirada,
de niño, con el alma ensangrentada,
que miras, que contemplas una cámara
con la difusa curiosidad de tu sombra estirada.
Miras y no ves los mundos nuevos
que sueñas en tu cabaña solitaria,
allí, donde despojas tu guadaña
de los odios y de los tibios miedos.
Sabes que hay otros mundos
que no conoces ni intuyes, tan siquiera,
mas percibes, porque ves a alguien
con armas, empuñando con soltura,
que tu futuro está prendido, huero,
de mañana y de madrugadas
donde las balas no silben en tu oído,
y donde el hambre no sea compañero
de juegos, de caminos y de miedo.
En tus ojos se dibuja un desasosiego
y una rara sensación de desafío,
tiemblan con un soplo de viento
y trémulos, aceptan la contienda,
donde no hay elección posible, ni día,
en que no se yergue el recelo
y cunda un pánico a morir sin ver
lo que el futuro depare a tu país.
Niño sin nombre te agasajo ahora,
pequeño sin patria, te dejo en tu morada,
libre, para morir, para sufrir de nuevo,
como siempre lo hicieron
los que en la tierra nacen,
desasidos del don, de nacer ricos.
Niño perdido, que hoy miras
sin comprender el porque de la curiosidad
de un mundo que camina despacio
hacía un barranco de ira, que despeña
a los que como tú nacen pequeños.
Santander 21-8-14, 16,44. 214 días sin ti.