Hay veces que sin buscarlo, apenas sin intentarlo, surge el momento milagroso, cuando se funden unas cuantas personas en un momento alado. Hoy he sentido que ese milagro se producía, glorioso. Volvíamos repletas de energía, después de haber llevado en nuestras manos, el trapo morado, simbolico y amado, que casi encabezaba la manifestación. Viejas y nuevas feministas, mujeres y algunos hombres, que nos acompañaban. Vidas repletas de lucha y dolor, que a veces se asomaba a unos ojos, arrugados y llenos de paz, aunque lucharan.
Después llegó el vino, fiel compañero, que suelta raudo, lenguas y corazones. Nos fuimos quedando solas, apenas eramos cuatro. Salieron las palabras, afloraron sentimientos profundos, emanados, de las que rodeabamos la mesa. Y surgió ese milagro, que me admira y entusiasma. Conversamos, sentimos, abrimos el despacho de nuestros corazones. Lines, Marta, Angeles y María. Cuatro mujeres. Diferentes, pero en franca sintonia. Momento delicioso, gracias por estar y enseñarme que se ama la vida, a pesar de lo dura que se pone a veces.