Me llegan solapados los ruidos
de aquellas madrugadas,
cuando el sol aun nos sorprendía
envueltos en reproches, de miradas esquivas
lamiendo el tiempo que sobraba
de noches interminables
cuando los brazos trenzaban la batalla.
Los recuerdos son cantos
que azotan la mirada
se quedan, a veces, muy callados,
otras gritan y se hacen escarcha
que inunda el lecho
haciendo patente la solitaria marcha
de días, de noches, de fuegos apagados
cuando el día era eterno,
la noche, madrugada
y las horas se diluían
en la tensa calma de una espera estrellada.
Me llegan aún, solapados, los ruidos
de muchos besos y palabras no dichas,
de pensamientos idos
de alegrías hurtadas
a unos años ausentes
que pasé, enterrada, entre tus brazos
y mi quieta mirada.
Santander-9-1-2014, 21,42