Entra el suave olor a tierra húmeda,
mojada por esta tenue lluvia que la empapa,
que apacigua la sed de tierra escarmentada
mientras se va llenando de colores
la tarde, de grises gredales alfombrada
con nostalgias en el pavimento
de mi pisado suelo inabarcable.
Lluvia que cae de un cielo tan plomizo
tal que lágrimas de estrellas alobadas
entre el sol y montañas verdes, siempre en celo
de una tierra que sabe y huele a fermento
de sal, de leche, de tormenta
y de tiempo inacabado y sin sustento.
Se asoma por mi ventana la añoranza
de tiempos mejores, o de amores
que se diluyeron en penumbras
de aquelarres y tibias madrugadas
en que me amaron, ellos, entre sombras.
No puedo vivir sin el amparo
de saberme inmersa en tierra tan baldía
mojada por lágrimas caídas
de un cielo, atenazado de desgracias
y unos labios cuarteados por la escarcha
que se derrama silente en cada madrugada.
María Toca
Santander-3-06-2018, 18,16