Les contaré algo sencillo. Huelo bien. Acabo de ducharme, puse mascarilla en mi pelo, hidratante en la cara; aceite de limón, romero, melissa, en mi cuerpo, pijama nuevo, una chaquetita mona que hace juego con él, así somos las coquetas empedernidas. Colgué pendientes en mis orejas, discretos, nada grandilocuente, no voy a salir. Conecté el ordenador.
Tacones no me puse, calzo unos calcetines amparando mis pies que son recelosos y pierden calor al momento, lo de los tacones lo dejo para Carrie Brandaws, porque ya se sabe que en New York todo es más sofisticado. Da igual, huelo bien. Anoche dormí plácidamente después de buena lectura y estoy en paz. He recabado documentación para un relato, le tengo perfilado y me pongo a ello. Entra el sol por todas las ventanas de mi casa, que están abiertas de par en par, renovando el aire y dejando que salgan las miasmas de estos días. Lo que les digo, no sé lo que durará esta placidez, pero hoy les cuento algo feliz.