Como borrar los recuerdos dolientes
si están agazapados, estáticos, inermes
en el baúl, en la sima, profunda
de lo que aún llamamos memoria,
y solo es huella de lo vivido:
nuestra historia.
Da igual que le demos la vuelta
que huyamos del aquelarre ciego
que, por momentos, nos suma,
en el recuerdo, de lo que anida
y no se lleva el tiempo.
Saltan de pronto, cual resorte,
sin aviso, sin preguntas ni apremio,
como un ave que pasa y se detiene
en el mismo instante de la perdida.
Lanzan dardos, apenas una idea,
para desencadenar una tormenta,
que exhibe ampulosa por la esquina
de la vida vivida, con escarnio
y suelta la artillería
de las voces secas de la angustia.
Se engancha en la conciencia perentoria,
lo arrasa todo, hasta la tierra,
y deja lacerada la carne
abriendo una herida pasada
que parece insensible, por dormida
y está, apenas cicatrizada
y con hambre .
Como obviar esas vivencias
que horadan, con daga afilada,
en la memoria que se piensa, olvidada,
y salta ante el rebenque, con denuedo.
Como pájaros macabros, emprenden vuelo
y se alzan en sombría lontananza,
nublan la vista de días, sin constancia,
pasados, en una dulce calma.
Asaltan, como caballos encelados,
arrasan con paz muy trabajada
y dejan una estela de vacío
en los días presentes que se yerguen,
en recuerdos, también, para mañana.
Pensamientos que asaltan mi memoria,
asesinos sin daga, sin espada,
que matan, sin descanso
y dejan exhausta la mirada.
Santander 14-9-14, 11,15. 238 días sin ti.
nuncaaaaa. Y gracias por estar ahí