Me apena que se escapen los instantes
en que contemplo la vida y el mundo
desde el estrecho lugar de mi ventana,
con los ojos desiertos por la tibia certidumbre
de vivir el momento y de perderlo
como agua destilada, entre los dedos.
Quisiera atraparlos, dejarlos presos
de mi memoria, renuente
y allí encajonarlos entre libros
de esos que dejan huella en la mente.
Esos sonidos inciertos de la tarde,
el leve viento que acaricia mi cabeza
cuando, cansada, ahíta de escribir,
me asomo afuera, esperando con ansia,
recibir, el bautismo del aire y de la brisa.
Quisiera atrapar estos instantes,
dejarlos prendidos a mi vera,
para retomarlos, luego, cuando mis ojos,
cansados, ya no vean.
Santander- 12-10-15, 19,07.
Una tarde cualquiera, desde la ventana de mi escritorio, contemplando la levedad de una bruma que apacigua los montes y la bahía.
A ti, preciosa