Hay veces que a una le llegan controversias, o comentario censores casi siempre de algún humano que provocan una especie de cascada de imágenes. Lo confieso, no puedo evitar que mi mente juntaletrera se dispare. Me los imagino con un terno gris, caspa en los hombros, pelo plegado de grasa vieja, dando chupetadas largas y salivosas a un puro encebollado que lo mantienen entre unos dedos amarillos de tanto humo y calzando botines decimonónicos. Se percibe el olor a guano y a cerrado reconcentrado en un cuarto relleno de legajos y carpetas de contabilidad de principios del siglo XX que apesta al visitante, mientras ellos, con ojos aguachirlados y legañosos, que se escudan detrás de un monóculo, conspiran contra cualquier tipo de modernidad.
La fámula viejuna, como ellos, les sirve una sopa de ajo aguada en loza descascarillada, mientras la pata de la mesa oscila con puntual ritmo.
Que lo mismo son haters que escuchan a Metalica, pero así es la mente que calzo: calenturienta.
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