A la vez que una se entera que hay señores que no distinguen una tarjeta personal de una de empresa, pobres ellos. Ven legal comprar ropa, cenorras, a cuenta del desahuciado o del que invirtió los ahorros de su vida, confiado en que el banco amigo le daría seguridad y confianza. Como decía, a la vez, me encontré, anoche , con una amiga, que desde hace tiempo no veía. Charlando en la acera común, nos pusimos ambas al corriente de nuestras vidas. Dos mujeres, con hijos, con una profesión, con matrimonios frustrados, con una historia detrás. Mi amiga, me contaba que no hacía mucho, aún, tuvo que ir a trabajar a las cuatro de la mañana, limpiando portales, hasta la noche, porque con lo que ganaba en su profesión no llegaba . A veces, su desesperación y su desamparo, le obligaron a hacer de stripper voluntaria por 30€ , durante unos minutos. Decía mi amiga: Comíamos mi hija y yo, con ese dinero, María. La escuchaba, reconociendo el esfuerzo titánico de tantas y tantos, para vivir, para hacer que nuestros hijos tuvieran dignidad en sus jóvenes vidas. A la vez, se me sobreponían los recuerdos, y las noticias de los últimos tiempos, cuando nos acusan, los ladrones sin escrúpulos, de vivir por encima de nuestras posibilidades. ¿Quiénes y cuántos?
Esa es la pregunta. Mientras unos gastaban nuestro sudor, mi amiga, tuvo que desnudarse y fregar portales para dar de comer a su pequeña. Esa es la puñetera marca España, que quisiera olvidar. Y éste es una pequeña reseña demagógica y populista que a una mujer cansada se le ocurre al hablar con una amiga. Sin más.