Y de pronto se nos llenó la boca de noche,
se apagaron las luces diurnas y se encendió
el silencio que abrasaba gargantas.
Se nos cercenó la fiesta en un instante
y nos dimos cuenta que habíamos crecido
tan rápido que ni nos reconocimos.
Se nos borraron recuerdos
de cuerpos palpitantes, franco retroceso
al lugar donde no existe nada,
y todo queda huero. Vacío. Sin recuerdos
que fabulen pasados y crean nostalgias
que conformen la historia.
Se nos agarroto la madrugada
y nunca más sentimos el sabor del buen vino
ni el gusto de unos besos, robados,
en el instante mismo en que el deseo plañe.
Así, casi sin darnos cuenta, nos desaparecimos,
solo restó recoger las difusas tramoyas
de una función sin arte.
María Toca
Santander .-11-11-2018. 21, 26