Se muere la esperanza,
a veces se nos muere,
inane, inapetente, famélica desgana
que no tiene alimentos ni solana
ni perrito custodio que la guarde.
Por eso, se nos muere
y bien que quisiera yo que fuera
lozana, fuerte y estridente…
mantenida en el tiempo.
Resistente, como columna dórica
o bloque de piedra donde asirme
con la fuerza suficiente y no rendirme.
Pero nos languidece;
quizá sea porque hay cosas,
que la hacen desposeída y renuente,
como planta alejada de semilla
y del sol… hasta del agua,
que, debieran mantenerla y no agotarla
hasta que, al fin, la fría helada
diera término y confinara su sustancia
en alimento, grato para el cielo.
Y mira que la sustento con palabras,
versos, malos, infames como éste,
o con historias que le cuento por las tardes
cuando desvaída, me siento ante la vida
y repaso los cuentos que me salen.
Ella, se amustia, se envanece y se desidia
quizá porque este mundo la dispersa
y le asola verse cubierta de cenizas,
de las otras esperanzas, que como ella,
se desvanecieron un día de tormenta.
María Toca©
Santander- 14-10-2022. 12,04.