A veces se me olvida que entraron los furtivos
en mi pecho, y robaron mi alma;
se me olvida, que quedó un hueco infame
en donde antes hubo, un corazón alado.
Se me olvida el dolor, las lágrimas, el hambre
de abrazos olvidados
y como si no quisiera, sonrío, con mesura.
Incluso, a veces, lo confieso, puedo reír y río
como si en es sutil explosión de alegría
me crecieran las alas
y de nuevo, con cautela, con pausa,
volara a ras de tierra.
Se me olvida el dolor,
me crece, de forma solapada,
una incierta alegría;
quizá pudiera ser, recompensa y soldada
de los tiempos aciagos
en que apenas vivía.
Lo que no se me olvida,
jamás, aunque quisiera,
es tu sonrisa, y tus ojos,
cuando aún te tenía.
Eso, nunca, me oyes,
nunca se me olvida
porque crece conmigo
en el hueco punzante
que dejó el corazón,
cuando tú te marchaste.
Santander- 18-2-2016. 840 días sin ti, pero contigo