Era de noche, una cualquiera,
entraba el otoño; la malquerencia
se diluía como la escarcha que residía
entre la hierba bien mañanera.
Era un nocturno de flores secas
mientras en lo alto, alguna estrella
iluminaba el cielo y su ceguera.
Cuando sentí aquella mano,
que yerta y fría tejió mi suerte.
Era de noche, una cualquiera,
yo te añoraba, tu bien me huías…
y entre mis luengas manos tejía
una bandera para acogerte
y darte tierra. Era de noche,
una cualquiera…
María Toca
Santander-05-10-2018, 23,12