Discurre el tiempo que ofrece la mesura
al que la herida se ciñe con la mano
que acaricia y enhebra los cuidados
al momento de ser y estar anudado
al dolor, al grito destemplado.
Contemplar que la noche avanza
y va llegando, con brío, la mañana,
mientras el soplo del amor nos va curando
y anida en el alma, de nuevo, la esperanza
de ser, de lograr, de sentir, y de amar
aunque sea difícil y el tiempo discurra
entre oleajes, de una mar encrespada,
otras, en cambio, apaciguada y en calma,
esperando, entre visillos, la mañana
que nos avise que ya no duele nada.
Así discurre el tiempo entre los sueños
y las costuras amargas del recuerdo,
que ni miente ni engaña ni propaga,
las cifras, que se van del calendario,
a una orilla dejada de la mano
donde renueva el alma su comienzo
y el sonido del silencio enhebra las sombras
que elevan al cielo la zozobra.
Santander 11-1-15. 22,21. 357 días sin ti, pero contigo.