Se desnuda el alma
como un fresno viejo en el sutil otoño
cuando ama
y se despoja de lo sobrante
quedando, tan solo con las ramas, que le atan
a una tierra palpitante.
El alma se torna abrevadero
donde avía la sed la sementera,
y vuelan golondrinas por aleros
cantando las luciérnagas
en noches sin luna,
y hasta los aguaceros
anuncian que se torna
el corazón adecentado
en el preludio de un amor,
que no tiene fisuras.
Con las dudas
que encienden las antorchas entornadas,
en mil hogueras que refulgen
en medio de la noche,
incendiadas.
Así, desnuda, sin ropajes
ni oropeles, el alma, se coteja
con el amado
y sueña con enormes y encajadas
sementeras
donde sembrar sus flores
y dejar a la escarcha y el aguacero
que se torne beneficio y los fecunde
sin menoscabo de saberse frágil,
encumbrada en el cenit de su goce
al tiempo,
que en breve, se diluye y fenece.
Santander-17-6-2016