A veces se me olvida que entraron los furtivos
en mi pecho, y robaron mi alma;
se me olvida que quedó un hueco infame
en donde antes hubo, un corazón alado.
Se me olvida el dolor, las lágrimas, el hambre
de abrazos olvidados
y como si no quisiera, sonrío con mesura.
Incluso, a veces, lo confieso, puedo reír y río
como una leve y sutil explosión de alegría
-me crecieran las alas-
y de nuevo, con cautela, sin prisa,
me apresto a volar siempre a ras de tierra.
En ratos, se me olvida el dolor
y me crece, de forma solapada,
una incierta alegría;
quizá pudiera ser, recompensa y soldada
de los tiempos aciagos
en que apenas vivía.
Lo que no se me olvida,
jamás, aunque quisiera,
es la sonrisa abierta, y tus ojos,
cuando aún te tenía.
Eso, nunca, me oyes,
nunca se me olvida
porque crece conmigo
en el hueco punzante
que dejó el corazón,
cuando te hiciste aire.
María Toca Cañedo©
Santander-02-03-2023. 10,30