Tengo que rellenar las horas de cosas tan pequeñas,
sutiles, frágiles, inútiles cosas
que llegan como humo y apenas vistas
marchan, tal que vinieron, sin dejar más huella
que un bienestar en la memoria
y un tenue rayo de luz en mi alcoba.
Cosas, como el aire que respiro
el sol que salta entre las nubes
para acariciarme la piel en escorzo cada tarde.
El olor a hierba cuando llueve
a estío si la solana calcina, a ratos, la ventana
y una sonrisa esbozada,
por esa desconocida que entre sombras,
me contempla soslayada y sorprendida,
cada tarde en el espejo de mi casa.
Cosas pequeñas, variadas
que llegan volando esas jornadas
de cansada escritura cuando una música amiga
se posa en mi ventana para recordarme
que aún con todo, queda vida
y la gente, ahí fuera,
tiene un alma que entregarme.
La llamada de mi niña…
el recuerdo vago del olor de su piel recién bañada
y el pelo desparramado por mi almohada.
Cosas pequeñas, como la mirada cómplice
del vecino que jamás habla y que ahora
se asoma a la ventana
buscando el calor de otras miradas…
Cosas pequeñas, tan simples y fútiles
que me construyen a tajos una almena
donde me refugio y parapeto
esperando que pase la tormenta
para tornar a la tierra donde habito.
María Toca©
Santander- 10-04-2020. 12,47