Callada, callada y alejada
del mundo y la costumbre,
callada, mordiendo las palabras
metiéndolas adentro
para que no salga nada.
En silencio, muda, sin aliento
así debí quedarme,
sin nada que decir, callada,
exenta, casi sin aspaviento.
Debí sellar los labios
que a veces se revelan
y cuentan, y se explican
incluso, a veces, gritan
lo que debe callarse
ocultarse, obviar
para seguir andando.
Se escapan los conceptos
saltan fuera vocablos;
eluden los barrotes
que los pongo. Se vuelan
hacia oídos umbríos
que no quieren oír nada.
Por eso, me los sello
o me busco en la sombra
un lugar donde pueda
gritar sin tanto espanto.
Santander-27-4-2016. 11,42