De siempre, tuve la costumbre
de escaparme, si la realidad
se volvía muy turbia
o se enlodaban los pies
al caminar, por caminos
y ciénagas profundas.
Salía corriendo por la puerta
que se abre del revés,
y no tiene pomo ni dintel.
Miraba hacia afuera,
de una realidad densa, opaca,
que abruma haciéndose pesada.
Calzaba zapatillas bien veloces
y enhebraba la mente a los sueños
que me conducían sin demora
a ese país, llamado fantasía.
Salía, de la triste realidad,
de puntillas, no fueran a acosarme
los que atan con fuerza a la costumbre
y aprisionan con candados las puertas,
arrojando las llaves bien afuera.
En silencio, apenas sin un ruido,
huía, marchaba a fantasía
y allí, dejaba que mi mente
volara hacia la nada
o me construía realidades
a base de buscarme en los abismos
lo que de verdad, amaba con ahínco.
Por eso, en justicia, pertenezco
y soy ciudadana con derecho
de ese país difuso, etéreo,
que nombra y que lo mueve
la imaginación cuando lo toca.
Santander-29-4-2016. 20,07