A veces acercarse a los genios, desespera,
conocer lo que admiras y amas, atenúa el encanto
de lo desconocido, por eso, quizá, más admirado.
Intento, aunque no lo consigo,
mantener la distancia de lo que me deslumbra
evitando el conocimiento maledicente de las cosas.
La obra, excede, casi siempre, al que lo nombra
el talento brota, las más de las veces,
de cabezas plúmbeas, erráticas,
obscenas, poco importantes
y eso es lo que apena a los pequeños,
a los que contemplamos con ensueño
al elfo, en el escaparate donde muestra
el temblor indefinido de su ingenio.
Y nos queda la pena, de no ser importantes
para volver la cara a los que hacen
de la palabra, daga insultante.
Por eso, no me acerco,
ni quiero conocer a los que admiro,
me quedo bien distante, donde solo
me acompañe su obra, y olvide
los exabruptos y los líos.
Santander-2-4-2016. 21,15