A veces, abro un abanico, que espanta la rabia,
te pone fea, la rabia, te digo,
te malogra la paz, la palabra, el brío.
A la rabia, me refiero.
Abro el abanico, miro al frente
muevo el viento, empujo con el aire
a esa rabia ciega.
Y sabéis una cosa: esa ira, huye,
se asusta, se espanta y sale corriendo.
Luego, ya despacio, sigo abanicándome
hasta darme vida.
Y tan ricamente.
Pues eso, saquen abanicos,
espanten el miedo.
Renueven el aire…y tan ricamente.
Que se va y no vuelve
se diluye, espesa, como la amalgama
que es, viscosa: la rabia.
Por eso, abran abanico,
diluyan el miedo,
ahoguen espantos y no digan nada,
que todo se sabe
y el mal no nos miente.
Santander- 5-6-2016. 20, 20