A veces, me pregunto, me preguntan
por qué escribo, alzo voces y espero
que me entiendan, o que al menos
un suspiro de compresión, ize bandera
y se convierta en sutil compañera
de verdades o titubeantes dudas soslayadas.
Me pregunto y preguntan los aquí presentes
el por qué invento historias, o hago cuentos,
con verdades que no son, ni se esperan.
Respondo, me respondo, con prisa y donaire,
que están abarrotadas todas mis alcobas
con gente distinta, a veces que ni conozco
ni me avisan cuando vienen
invitados a verme,
en solaces días en que ni despierto
porque me hallo imbuida
de un sueño harto inexpugnable.
De no hacerlo, tal vez quedaría disuelta,
ahogada por esas historias,
siempre, inacabadas
y me dejarían exhausta, maltrecha
casi sin razón. Por eso, respondo,
también me contesto, a aquella pregunta:
Escribo, porque de no hacerlo
no estaría ni viva, ni muerta,
ni presente. Quizá, no estaría.
Santander-5-6-2016. 19,58.