Se me hiela el corazón cada mañana
cuando contemplo la calle,
…apenas despertada,
desde la ventana del cuarto donde habito.
Se me escarchan los ojos con la vista
de jaurías con almas enconada
que pujan y ladran por un parvo trozo,
de carne escarmentada.
Se me cuaja la lágrima furtiva
que sale de mis ojos, tan cautiva,
para derramarse por el suelo
enredándose, perdida en el rocío
que deja la noche, mientras duermo,
en mi almohada.
Y es que me visto con ropa de domingo
en la dulce esperanza de celebrar
que hoy, por fin, sea festivo
mi día y el día que amanece
para otros compañeros de soldada.
Luego, contemplo con cara ensimismada
guerras, combates y las muertes
de gentes como yo, que andan descalzos,
sin vida, haciéndose aquelarre
y torno hacia la puerta a guarecerme
no sea que me cobre pieza la manada.
Enrabietada, marcho hacia al abismo
de las almas condenadas por el dios
que luce su espada como infierno
y torna brava a la yeguada
que antes pastaba bien tranquila
y sin la guarda de nadie, liberada.
Por eso, se me nubla el semblante
se me agrieta el alma, y se me funde
la sonrisa de mi cara
tornando, asustada, hasta la casa
para no volver a salir hasta que escampe.
María Toca Cañedo©
Santander 24-10-2023. 20,25.